Yahweh es Yah-Shua (Jesus)

domingo, 7 de diciembre de 2008

Errores catolicos

ERRORES CATOLICO-ROMANOS

Lo que se cree dentro de la iglesia católica, apostólica y romana no siempre es admirable. Cualquiera pudiera comparar las doctrinas protestantes y católicas y suponer que existen muchas coincidencias, argumentando que es más lo que nos une que lo que nos separa. Ese argumento podría ser usado por analogía entre Jesucristo y Lucifer: tienen muchas coincidencias, entonces es más lo que los une que lo que los separa.

En efecto, Lucifer es llamado ángel de luz, estrella de la mañana. Jesucristo también es llamado estrella de la mañana. Lucifer era perfecto, Jesucristo también lo era –sólo que continúa siéndolo. Lucifer es príncipe de este mundo, Jesucristo es Rey de reyes. Lucifer es un espíritu, Jesucristo también lo es, en la medida en que Dios es espíritu. Lucifer busca que le adoren, Jesucristo dijo que el Padre también busca que le adoren (y Jesucristo y el Padre son uno solo). Jesucristo premia y castiga a los que son suyos, Lucifer hace algo parecido. Solamente que Jesucristo dijo en una ocasión en que el diablo andaba por ahí, acercándosele, que él (Satanás) nada tiene en mí, que él es padre de mentira, que ha sido asesino desde el principio.

Este ejercicio mental bastaría para demostrar que las coincidencias no unen, pues basta una diferencia en la esencia para que se manifieste la división y separación definitiva. Asimismo, la comparación entre las doctrinas protestantes (ajustadas a la Biblia) y las doctrinas católico-romanas (a la luz de las Escrituras) no basta para argumentar que es más lo que nos une que lo que nos separa, pues son excluyentes en su esencia. Veamos algunos ejemplos ilustrativos:

1. En cuanto a la salvación.

Existe un decreto (816) derivado del Concilio Vaticano II que dice: “Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de salvación, puede alcanzarse la plenitud total de los medios de salvación”.

Se añade más adelante que no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella (846). En la Iglesia es en donde está depositada ´la plenitud total de los medios de salvación´(824).



• La Biblia dice

"Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro"
(Romanos 6:23) "Y en ningún otro hay salvación (excepto en Jesucristo); porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos"(Hechos 4:12). "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él"(Juan 3:16). "El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida"(Juan 5:24). "El que cree en mí, tiene vida eterna"(Juan 6:47).

Vemos claramente que Jesucristo no requirió jamás del uso o de la mediación de alguna iglesia para dar su salvación. Vemos al ladrón en la cruz, al lado de Jesús, que alcanzó la salvación sólo con creerle a Él, por eso le fue dicho: hoy estarás conmigo en el paraíso. "De éste (Jesús) dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren recibirán perdón de pecados por su nombre" (Hechos 10:43). Y todo porque la Biblia señala que la redención o salvación se encuentra en Cristo, nunca en alguna iglesia, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús (Romanos 3:24).

Esta reflexión nos lleva a una primera conclusión: que si la salvación se diera a través de la iglesia católica –como dicen sus credos, catecismos y sínodos- entonces Dios mintió en su Palabra, pues solamente se lee y se anexa que creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos (Hechos 15:11).
La Biblia amigablemente nos exhorta a través de un texto a que dejemos la tradición de los hombres: Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres (Marcos 7). De manera que la tradición no supera nunca el mandato de Dios y su mandato es claro en la Escritura. Esos textos lo demuestran, muchos más lo corroboran, que la iglesia no salva ni es mediadora, simplemente la gracia de Dios a través de la fe que nos es dada en Jesucristo.

2. María corredentora e intercesora

Además de haberse inventado la historia de María ascendida a los cielos le dan a ella un rol protagónico en la redención. María es llamada corredentora al igual que intercesora, de allí el común rezo ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Por eso el catecismo dice que María no abandonó su misión salvadora, por el hecho de haber ascendido a los cielos, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna (969). En el numeral 494 del catecismo se nos dice que por la obediencia de María ella fue su propia causa de salvación al mismo tiempo que la de todo el género humano. Asimismo, en el numeral 969 se dictamina que la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora.

• La Biblia dice: "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos"(Hechos 4:12); "Jesús le dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14); "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo" (Juan 10); "Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve" (Isaías 43:11); "Mas yo soy Jehová tu Dios... no conocerás, pues, otro dios fuera de mí, ni otro salvador sino a mí" (Oseas 13); "Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor" (Lucas 2:11); "Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén" (2 Pedro 3:18).

La gran pregunta surge, si María tiene un papel protagónico en nuestra salvación, ¿por qué Dios mismo no lo declaró en Su Palabra? Ni un solo texto de la Escritura es invertido ni siquiera en sugerir que María tiene algún rol especial en el camino de la salvación; jamás se menciona ni se sugiere que ella es corredentora, abogada, auxiliadora, intercesora, ni mucho menos reina del cielo. Lo que sí dice la Biblia es que los pueblos se han ido detrás de sus ídolos y hacen tortas a la que ellos llaman la reina del cielo. Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira (Jeremías 7: 18). Indudablemente Jesús es el Salvador, no María.

La Biblia es muy clara en su mandato, nos envía a Jesucristo como abogado nuestro, no a María: "... si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo"(1 Juan 2). De igual forma señala que Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (Salmo 46), no dice nunca que María es nuestro auxilio. "He aquí, Dios es el que me ayuda", continúa diciendo la Escritura en Salmo 54:4. Pero hay más textos: "De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre" (Hebreos 13); "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2). "Por lo cual (Cristo) puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (Hebreos 7:25); "Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros" (Romanos 8:34).

De manera que estas reflexiones nos llevan a otra conclusión, que si María es intercesora, auxiliadora, abogada y reina del cielo, entonces la Biblia entera está equivocada y ella miente al decirnos que Dios se enoja por la reina del cielo, ídolo hecho por el que se decía su pueblo; la Biblia nos miente cuando señala que Jesucristo intercede por nosotros, y agrega que él es nuestro abogado. Nos miente cuando dice que hay un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, y no nos dice que hay otro mediador sino uno solo. Pero como los creyentes en Cristo aceptamos que la Biblia es la Palabra de Dios revelada, y que Dios no miente, pues no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta, entonces alguien más miente. Tal vez son los que tienen intereses en hacer creer mentiras frente a la única verdad, intereses económicos, intereses perversos en procurar desviar del debido camino a miles y millones de personas que pueden estar sinceramente equivocadas, pero equivocadas al fin. No podemos alegar en nuestra defensa nuestra ignorancia, porque Jesús mismo nos dijo que examináramos las Escrituras, pues en ellas suponemos que está la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de Jesucristo.

El que yo tenga un mapa con datos equivocados no me será excusa para que me hagan llegar a destino a la fuerza. El que yo sea sincero en la lectura de ese mapa con datos equivocados no hace que yo llegue al destino deseado. Simplemente llegaré al destino equivocado. Si usted sinceramente atraviesa un semáforo en rojo, creyendo que podía hacerlo porque eso fue lo que le dijeron, y produce un accidente, se queda sinceramente accidentado. Allí no vale la sinceridad, ni el afecto, ni la voluntad, ni el querer. Lo que vale es el conjunto de buenas señales, lo que se llama la buena doctrina. Todo está en la Biblia, y es fácil acercarse a ella.

Si el catolicismo se ha propuesto quitarle a Jesucristo lo que la Biblia le atribuye en cuanto a que El es el único mediador, auxilio, intercesor y abogado, para dárselo a la que desde el Antiguo Testamento llamaban la Reina del Cielo, y que ahora sutilmente llaman María para suavizar el impacto al contrariar las Escrituras, duro error es ese al enseñársele al pueblo que se acerca sinceramente a buscar orientación de quienes se suponen que conocen las Escrituras. Pero la responsabilidad es individual, una vez más: a cada quien se le manda a que busque el conocimiento de la Biblia para que vea y constate si Dios tiene algo que decirle.

Recordemos siempre que la Biblia es precisa en sus enseñanzas, y no podemos confiar una salvación tan grande en manos de personas que parecen ser inescrupulosas con las almas cautivas. Por eso, el llamado es para cada uno por separado, para que vayan a las Escrituras e indaguen acerca de esa salvación por gracia –no por obras- para que ninguno se gloríe, pues de otra manera la gracia ya no sería gracia.

No hay escape. Cada quien debe asumir la responsabilidad de investigar en las mismas Escrituras acerca de la verdad que ella anuncia. "Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces" (Jeremías 33); "Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás" (Salmo 50:15); "Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras" (Salmo 145:18).

3.Las imágenes.

Las imágenes constituyen otro punto divergente entre la doctrina protestante aferrada a la Biblia y la doctrina Católico-romana, según las Escrituras. Uno de los 10 mandamientos exige no hacerse imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. Pero continúa diciendo el texto que aparte de no hacerlas no debemos inclinarnos ante ellas, ni honrarlas. Parte de este mandamiento ha sido mutilado por Roma y no aparece en las últimas traducciones de la Biblia que ellos autorizan para sus fieles (véase Exodo 20:4-5).
El mandamiento está dado por partes; una primera parte nos dice que no debemos hacer imágenes. Pero si se diera el caso de que nosotros no las hacemos y otros las hacen, el mandamiento continúa exhortando: no te inclinarás a ellas. Pero si se diera el caso de que otros las hacen, otros se inclinan, el mandamiento nos sigue exhortando a no honrarlas. Y este es el punto donde los romanistas tratan de ser sutiles en el lenguaje esgrimido para justificar su honra a las imágenes. Ellos hablan de veneración frente a adoración. Dicen que ellos no adoran a las imágenes sino que tan solo veneran lo que ellas representan. Y argumentan con diccionarios de la lengua para decirnos que venerar es honrar y no adorar. Bueno, el mandamiento es completo: no te inclinarás a ellas ni las honrarás.

La Vulgata Latina, la traducción de Jerónimo, que tanto se ha usado en el Vaticano y en sus seminarios, lo dice textualmente:

non facies tibi sculptile neque omnem similitudinem quae est in caelo desuper et quae in terra deorsum nec eorum quae sunt in aquis sub terra
non adorabis ea neque coles…


De manera que no tienen excusa, pues su misma biblia autorizada en el Vaticano y de cuya traducción al latín desde los textos originales tanto se ufanan, lo dice claramente. Demasiado tarde para borrar ese texto en el original de ellos. Podrán no copiarlo completo en las nuevas ediciones de la biblia, pero sigue permaneciendo allí, en cualquier biblioteca pública y aún dentro del mismo Vaticano. La Biblia dice: El cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.

Forzosamente concluimos que lo escrito en la Biblia no puede ser modificado, destruido, mutilado, cambiado, por mandato humano o por mandato sobrehumano. Simplemente se cumplirá a cabalidad. Y todos los textos acá mencionados continúan vigentes, aunque no aparezcan en los mapas guías de mucha gente, a quienes por voluntad humana se les ha negado el acceso a dicho conocimiento. Pero toda la Escritura se complementa, y si la escudriñan, aunque mutilada, ella misma llevará a la verdad a quienes en ella buscan.

Por eso decíamos al principio, que no bastan las coincidencias para la unificación. Jesucristo vino a destruir las obras del diablo, y el diablo vino a destruir las obras de Cristo; Dios trabaja a través de la verdad, el diablo a través de la mentira; Dios usa a la gente para su propósito y gloria, Satanás hace lo mismo para su propia gloria. Dios es llamado Padre, Satanás también es llamado padre de mentira. Y la gran diferencia esencial es que las palabras de Dios son vida, mientras que las palabras de Satanás traen muerte. No en vano hay un adagio popular que dice: El diablo ofrece mucho, da poco y quita todo.

Entonces, ¿a quién iremos? ¿A María, a las imágenes, o a la Palabra revelada? Una salvación tan grande no podemos descuidarla, ni mucho menos dejarla en manos de intereses caprichosos y torcidos. Si creemos que la Biblia es la palabra revelada a los hombres, si creemos que Dios habla a través de ella, entonces vale la pena indagar más y procurar conocerla más. Ese fue el propósito de Martín Lutero en la famosa Reforma Protestante. Ese esfuerzo continúa aún. Hay un texto final para recordar, y se encuentra en Santiago 2:19: Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.

Según ese texto los demonios nos llevan ventaja: creen y tiemblan. Parece ser que ellos saben que la palabra del Altísimo es firme y eficaz, por eso no sólo la creen, sino que tiemblan ante ella. No obstante, para ellos no hay redención, pues son espíritus engañadores, y su creer y temblor de nada les sirve. Nos sirve a nosotros como referencia, para saber que aún las potestades espirituales saben de la certeza de la Palabra de Dios. Y para ellos no hay opción de salvación alguna, antes son obedientes al padre de la mentira, y engañan a la humanidad, incluso con las imágenes. Pablo en una carta a los Corintios lo explica claramente, para que no nos dejemos engañar: ¿Qué digo, pues? ¿Que el ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos? Antes digo que lo que las gentes sacrifican, a los demonios sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios (1 Corintios 10: 19-21).

De manera que parece muy grave, dentro del plan soberano de Dios, el acercarse a los ídolos, no porque sean algo en sí mismos - aunque se crea que eso ayudaría a recordar el objeto de adoración o veneración - sino porque detrás de cada ídolo, de cada imagen, hay un demonio –un espíritu engañador- y a Dios eso le molesta y no nos lo permite, en la medida en que pretendamos participar de la comunión con Jesucristo. Son puntos esenciales excluyentes, no coincidentes. Esto separa al máximo, y aparece de nuevo el mandato de Cristo diciéndonos: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie viene al Padre sino por mí.

Estos sencillos elementos separadores hacen que resulte imposible, por esencia, el ecumenismo propuesto entre evangélicos y católicos. Hay quienes pretenden recorrer ese duro camino; ese es un problema para ellos. Pero hay miles de ovejas que escuchan la voz del buen Pastor y no se dejan engañar. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen (Jesucristo).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Certísimos comentarios que muchos.....MUCHOS....han decidido ignorar

Tri-unidad

Tri-unidad

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quiero mirar tu hermosura